Les presento una faceta del sensualista que tomó cuerpo el año pasado: el viaje en solitario de forma consciente y deseada. Hablamos de dos ventajas de las bastantes que tiene viajar solo:
a) ir a sitios a los que acompañaría muy poca gente y
b) poder escribir un diario con tranquilidad.
Todavía muy actual la nostalgia de Uruguay y Buenos Aires -aquí suenan tangos sin parar, de Malevaje, de Daniel Melingo, de don Carlos-, se reviven lugares visitados que, probablemente, no se habrían conocido de ir en pareja o en grupo.

Todavía no se conoce lo suficiente a Carlos Berlanga (1959-2002), dandy huidizo y multiforme, o el personaje que podría haber sido el David Bowie español.
Dejando aparte su carrera con Kaka de luxe, los Pegamoides y Dinarama, solo les expongo un pequeña alusión: el primer concierto de toda la historia de Alaska y Dinarama -grupo archisimbólico de la colorista España de los 80- se celebró a la misma hora y en distinto lugar que el primer y mediatizado concierto de los Rolling Stones en Madrid, en 1982: toda una declaración de principios.
Los cuatro discos en solitario de Carlos Berlanga son únicos en el pop español. Por uniformes, por entretenidos, por variados.
Escuchen y opinen:
De El ángel exterminador (1990), con toques de Rafaella Carrá y de bossa nova
De Indicios (1994), ligeramente étnico
De Viaje alrededor de Carlos Berlanga (1997), el más tecnorro y fangoriero
De Impermeable (2001), el más indie
La ventaja b) de viajar en soledad es poder escribir un diario de viaje que a alguna gente le parecería tonto (eso dicen), a bastantes personas les resulta una pesadez (también lo han dicho) y que muchos considerían innecesario (así opina el propio sensualista). Estos días hemos estado releyendo el diario de este último viaje y confeccionando un bonito álbum de recortes, facturas y parafernalia recogida en diversos puntos del periplo.
A continuación les transcribo la parte del diario correspondientes a la visita de la exposición sobre el personaje.
...me encuentro andando Delicias abajo a la búsqueda de la Sala de Exposiciones El Águila (...). Tras la correspondiente pérdida de cinco minutos, veo la extraña construcción de la antigua fábrica de cervezas. Desde la calle se ve un cartel de la exposición, lo cual ya me prepara para sentirme especialmente sensible. Me parece mentira -no: más bien, un sueño- que se le dedique un 'Viaje alrededor de' a un personaje pop, underground, de alguna manera maldito y prácticamente desconocido para el gran público. No se me puede olvidar la frase de mi prima pronunciada hacia 1985 (cuando atronaba el "Cómo pudiste hacerme esto a mí" por todas partes): "Alaska no me gusta mucho, pero el Dinarama ese sí que está bueno".
Ya que el Dinarama ese se conviertió en un mito dentro de mi lista de Imprescindibles, caen las primeras fotos. Al entrar en el edificio, ya soy todo emoción con la estilizada y pálida figura de la chica recepcionista diciéndome que si me quiero incorporar a la visita guiada que acaba de empezar. Allá me planto ocupando los primeros puestos en plan estudiante empollón. Al principio se me hace un nudo en la garganta; de verdad: la actitud de Carlos Berlanga siempre la he admirado de forma extrema y sus dibujos y pinturas me cautivan, sobre todo, nada más verlos.
Ahí está parte de mi vida joven: en las portadas de los vinilos de Dinarama, en las de los cedés de Carlos Berlanga en solitario, en los carteles de conciertos y demás literatura con diseños impecables y colores inequívocamente ochenteros.
Las explicaciones las da una delgada chica que, si no fuera por su esbeltez, podría presentarse a un concurso de dobles de Adriana Ozores y ganarlo en la categoría Jóvenes. La muchacha quiere agradar y sus menciones a "Carlos" son constantes, de manera que quiere dar la impresión de que lo conocía personalmente. Pero quien habla por ella es Pablo Sycet, artista colaborador de la troupe de Olvido Alaska y también comisario organizador de la exposición. Ya van dos veces que me han dicho que no se puede hacer fotos, pero ya llevo unas cuantas.
Estoy a punto de comentarle a la chica que resulta curioso que su "Carlos" retratara casi siempre a chicas y a mujeres y casi nunca a chicos ni a hombres. Antes de irme de la Sala, hojeo el catálogo sobre la exposición, que está agotado. Lo habrán comprado todos los has-beens cuaretañeros que han sobrevivido a la movida para llegar hasta aquí.
El grupo que escuchaba a la guía era pa´ verlo. Exactamente eso: cuarentañeros que vieron a Alaska y Dinarama en directo y que ahora lucen cabelleras cuasi-rapadas para no parecer envejecidos. Al final, la chica pálida de la entrada me anota el nombre de dos librerías donde le han dicho que se puede comprar el catálogo mientros yo estoy pensando que a ella la han escogido con toda la idea porque parece una de las muchas modernas pálidas estilizadas que acabo de ver en los dibujos y cuadros y cómics de la exposición.
Pero uno también ha viajado muy agusto en compañía. En esas ocasiones, a veces ha escrito un diario con ciertas dificultades, y, otras, sin problema ninguno. En soledad no hay muchos obstáculos para ello. Pero quizá a ustedes les parece un engorro.
Díganme pues: ¿escriben ALGO en sus viajes? ¡Nada? ¿Ni postales? ¿O de todo menos postales? ¿Y ese diario? ¿Minucioso? ¿Irregular? ¿Qué? ¿Que de diario, nada? ¿Que ya no los escriben porque solo servía ocupar tiempo y espacio? ¿Que su blog lo ha sustituido? Ah, ¿que no viajan? ¿Que viajar en soltario es un aburrimiento? ¿Que prefieren las fotos? ¿Que no conocen el diario de Carlos Berlanga? ¿Que les ha gustado mucho cierta canción de este ar-tis-ta? ¿Que están deseando que termine?
Pues un sensualista que se (a)precie anota todo en su diario y, además, lo relee una vez ha vuelto de su destino. En esta última aventura, vean cómo lo ha garabateado en su cuaderno:
Así se las gasta el sensualista...
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