Bi Polar

jueves, 30 de agosto de 2007

Dos viajes / Two trips


Banda sonora de la historia:















ELLSWORTH KELLY, Red, Rellow, Blue I



Esta es la historia de una mujer y de sus dos viajes de verano. Después de un otoño más solitario que los demás, un invierno más crudo que los anteriores y una primavera todavía más esperanzadora que las otras, era necesario disfrutar las horas de luz más largas del año lejos del lugar de residencia de siempre.

Así, llegó el momento de que... (Ah, se llama Patricia), de que Patricia se pusiera de acuerdo con su nueva pareja para decidirse por un destino que interesara a los dos, que compartían la misma ciudad como escenario de rutinas. Tardaron algún tiempo -pero creo que no demasiado- en acordar en una ciudad no precisamente cercana, de apariencia exótica y de nombre deslumbrante.

Patricia había preparado el viaje de forma minuciosa. Aunque ya no había billetes de avión como los de toda la vida, en los que, entre decenas de cifras, se leyera el nombre deslumbrante del destino, ya veía en su mente el avión sobrevolando miles de kilómetros y llegando a un aeropuerto más moderno que el del punto de partida, a una fila de taxis perfectamente alineada y a una habitación de hotel llena de unos lujos y de una intimidad que mantendrían alejados meses de citas aplazadas y de encuentros controlados por el reloj.

Durante el viaje o, más bien, escapada, se dedicó a aprovechar la presencia de su hombre a veces sin tener en cuenta pequeños imprevistos que se hacen grandes. Pero quería verlo todo al tiempo que una voz le decía por dentro No tengas prisa. Y vieron muchos atractivos de la ciudad exótica y de fuera de ella. Y Patricia también se dedicó a desatar su atracción sexual hacia él de una forma que se podría calificar de frenética. Y, viendo todo lo que les dio tiempo a ver, intentaba agradar e impresionar a su amor, pero este no siempre parecía agradado ni tampoco impresionado la mitad de las veces. El viaje terminó pronto. Al regreso, Patricia escribió entusiasmada un diario de viaje que ÉL no tuvo prisa en leer.

Hubo otro viaje. Patricia retomó el contacto con un amigo suyo al que no veía con frecuencia. Se plantearon una ruta casi inmediata, idea a la que la pareja de Patricia no puso ninguna objeción. Pero estaba nerviosa. No se iba precisamente a un lugar lejano ni había aviones ni nombres deslumbrantes por medio. Casi no lo preparó; ni siquiera tuvo en mente las intenciones de agradar. Su amigo rebosaba de ilusión.

Y el viaje, con un presupuesto limitado y una necesaria capacidad de improvisación, se desarrolló de una manera fácil, como resbalando por un tobogán antiguo, sobre todo, porque dominaron tanto las risas improvisadas como las bromas herederas de confesiones mutuas de penurrias y alegrías. Lo compartieron todo excepto un atractivo sexual que no existía. Fueron los otros sentidos los que mandaron, especialmente, el del humor. Patricia contemplaba los paisajes con ojos de inocente, lo cual no impedía que afloraran de forma continua la imagen y las palabras de su hombre. Antes del fin del viaje, Patricia y su amigo ya habían empezado a redactar juntos un diario entre carcajadas provocadas por recuerdos muy recientes.

Volvió a su lugar de residencia. Y todo lo que le había sucedido a Patricia -aunque suceso, salvo la complicidad, no había habido ninguno de mención- no le había robado sus deseos de reencontrarse con su pareja. Cuando, al fin, se vieron los dos, ¿qué pasó? ¿Qué le contaría sobre su último viaje? No sabía por dónde empezar, por lo que decidió hablarle sobre esta experiencia al día siguiente del reeencuentro. No: mejor a la semana siguiente, o a la otra, según fueran las reacciones de su hombre.
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