Bi Polar

sábado, 29 de mayo de 2010

Mi Primera Comunión (reeditada). . . . . . . . . . . . . . . / My First Communion (republished)

.

-(...) Piensa en un niño recién nacido. Llora y grita, y, si no se le da leche, se chupa el dedo. ¿Tiene este bebé una voluntad libre?
-No.

-Entonces, ¿cuándo obtiene el niño la libre voluntad? A los dos años corretea por todas partes señalando lo que hay
a su alrededor. A los tres le da la lata a su mamá y, a los cuatro, de pronto, le entra miedo de la oscuridad. ¿Dónde está la libertad, Sofía?
-No lo sé.
-A los quince años se pone delante del espejo y hace sus pruebas con el maquillaje. ¿Es ahora cuando toma sus propias decisiones personales y hace lo que quiere?
J.G., El mundo de Sofía
Esto sí que es tomárselo en serio

¿Hace ya lo que quiere un ser humano que, a los diecisiete años, se decide por una carrera universitaria a la mañana siguiente de haberse emborrachado? ¿Toma ya sus propias decisiones quien se casa a los treinta? ¿Es libre cuándo, a los pocos años, se separa de la persona de la que estuvo perdidamente enamorado? ¿Lo es el que se deja llevar por falsas promesas y sufre la peor de las bancarrotas?

La Primera Comunión es el primer cuadro con que Pablo Picasso intenta presentarse como un pintor serio

Cuando una encantadora niña de nueve años toma su primera comunión dentro de un ritual que nos cuesta comprender a muchos mayores, dudamos de que se encuentre en un estado de madurez como para entender que en una lámina de pan puede habitar el cuerpo de alguien que murió hace más de dos mil años.

Una personita de nueve años es un ángel. Salvo excepciones, es un ser inocente con una cara inocente, un cuerpo inocente y, lo más importante, una mente inocente. Después de verla feliz, como a Napoleón aquel día, no sabe uno si procede recurrir a moralidades o a opiniones por-encima-del-hombro.

A ese querido ángel solo se le puede decir: "que, en un futuro, seas tú y, a ser posible, nadie más que tú quien tome tus decisiones. Que seas dueña de tu propia vida. Que, cuando seas supuestamente mayor, nadie decida ni opine por ti."

Ya está puesta al principio la imagen del sensualista a sus tiernos nueve años en un 3 de junio en el día de su Primera Comunión, de la que, más que nada, ahora recuerda
1) el calor que le producía un cuello alto de una especie de jersey de manga larga y
2) lo mucho que se divirtió en el correspondiente convite mezclando bebidas hasta lograr el bebraje más asqueroso que se pudiera imaginar.

Pero también se acuerda
3) del sol espléndido que lucía en la ciudad de Valencia (España) y
4) de lo increíble que le pareció que familiares de puntos muy distantes se pusieran por primera vez de acuerdo para coincidir en ese acontecimiento del que su hermano y él eran indiscutidos protagonistas. Esto es decir que aquello debía ser algo de importancia.

Dentro de los varios rituales que marcan la transición de la infancia a esa madurez que quizá no llegue nunca del todo, las primeras comuniones siguen marcando un hito en nuestra católica España. Explíquenle a un calvinista nórdico que mayo es el mes de las comuniones o que ciertos restaurantes se anuncien con el lema "Bodas. Bautizos. Comuniones" para captar más clientela. Aquí, BBC quiere decir eso.

Sin embargo, ni siquiera con letras en español se encuentran canciones que hablen de la Primera Comunión. ¿O conocen ustedes alguna?

Lo que sí se conoce es una Obra Maestra Absoluta de Ken Loach que gira en torno a la celebración de la First Communion de una niña. Hagan el favor de ver atentamente el tráiler de Lloviendo piedras. Por una vez, lamentamos no podérselo ofrecer también en castellano.


Lloviendo piedras: amor, desamor, entrega, violencia, intriga, padres, hijos, drogas, religión.
Fíjense
en el momento 0:18 con el cura justificando la celebración de la primera comunión y en el 1:46 con el objeto principal de toda la historia.


Falta lo personal. ¿Cómo recuerdan su Primera Comunión? ¿Tienen, como el sensualista, más presente la vestimenta o el convite que otros aspectos más... espirituales? ¿O ni se acuerdan de cómo los vistieron? ¿Había mucha gente? ¿Leyeron en misa? ¿Cantaron cuplé católico? ¿Lloraron sus papás? ¿O no se acuerdan de nada?

Ah, si dan con una copla en la que se mencione este acontecimiento, háganlo saber.

.

domingo, 16 de mayo de 2010

La época dorada del cine . . . . . . . . . . . . . . . . . . / Golden Age of Cinema

.
¿Cine, teatro o televisión? Esta era de las preguntas que se hacían a los famosos en una de las más conocidas revistas del corazón en los años setenta. La respuesta del sensualista ya la conocen ustedes.

Se dirá que no hay por qué elegir. Y es verdad. Pero, ¿qué ocurre en una velada de viernes en la que coinciden en la hora distintas propuestas? Que hay que decidirse por alguna y, entonces, gana el cine casi más por estar en una sala que por la película en sí.

Anoche, después de bastante tiempo, asistió el sensualista al teatro. Se quedó decepcionado con el Platonov del Centro Dramático Nacional: mucha escenografía, demasiados actores y actrices, y excesivo número de gritos y voces destempladas. El teatro debe sorprender; en este caso, dio de sí lo que se esperaba; es decir, no mucho.

De la televisón hablamos otro día, que es más variada y loca. De cine vamos a decir que, en la actualidad, está viviendo una época dorada. En serio. El sensualista ve en los últimos años, películas sublimes, magistrales, conmovedoramente realizadas, como nunca antes en más de un siglo de cinematografía.

A falta de la lista de los mejores films de 2009, que -sí- hay que publicarla porque en ella descansan verdaderas obras de arte, ya hemos visto en 2010 tres maravillas en un corto espacio de tiempo.

Fish Tank (Andra Arnold, 2009) recoge lo mejor de los modos y maneras de Ken Loach, cineasta social que ha perpetrado auténticas joyas como Sweet Sixteen, Raining Stones o It´s a Free World (En un mundo libre, que es lo mejor de lo mejor de lo mejorcísimo).


Lo siento: está doblada.


Pecando ligeramente de previsible y de demasiado centrada en los conflictos, Fish Tank recoge una banda sonora que nos vuelve a demostrar la fuerza de la música negra (sic) más o menos actual, que va desde el funky setentero hasta el hip hop de ahora pasando por el r´n´b (pronúnciese ar an bi, je je) para adolescentes.


Es verdad: ¡qué p... es la vida!

Fish Tank tiene la virtud de jugar con las ambigüedades: de, por ejemplo, hacer que una frase como "Adiós, idiota; te odio" suene a una despedida rebosante de cariño. Esta es una muestra de una habilidad que brilla a lo largo de toda la película.

Segunda maravilla: ¿por que nos gusta con locura el cine francés? Porque tiene a los intérpretes más válidos del planeta y porque despliega una variedad que supera a la filmografía de los demás países. Aunque ha sido criticada como tópica, el sensualista le ve luces por todas partes a Welcome (Philippe Lioret, 2009), otra muestra de cine social con más condimentos de incertidumbre.


¡Oh, ah, al fin la versión original!


Se aprende con el séptimo arte. Uno ignoraba lo que pasa en Calais, frente a las costas de Inglaterra; no sabía tampoco que en la culta Europa se realizaran prácticas poco civilizadas y, por último, que uno no es el único que hace tonterías por desamor.

Vincent Lindon -ex de Carolina de Mónaco- es el actor encargado de interpretar al protagonista. El señor Lindon hace su papelón, desenvuelto como nadie. Después fuentes bien informadas nos dicen que, en la realidad, este actor es una persona retraída con problemas de tartamudeo.

Por último y abandonando el cine que llaman social, se nos asoma humildemente una joyita mayúscula. Argentina, también encargada de rodar magníficas historias y no menas magníficas interpretaciones, nos trae El último verano en la Boyita (Julia Solomonoff, 2009).


Ay, menos mal que es español original.

Aunque incluya niños y perros (verdaderas amenazas para el cine), El último verano en la Boyita es una obra llena de poesía auténtica y terrible, la que rodea a la llegada de la adolescencia y la que envuelve a los complejos de cada uno.

Refleja como pocas obras el peso que supone pertenecer a un género así como la ayuda que un ser humano puede regalarle a otro. Mientras se ve esta obrita, dan ganas no solo de vivir no también de superar el inevitable sufrimiento.


Hagan lo posible, pues, por no perderse El último verano en la Boyita. No dejen de ver Welcome. Y que no se les pase Fish Tank. ¿Qué? ¿Que no han visto ninguna de las tres? ¿Que en la cartelera de su ciudad no han durado más de dos o tres semanas? ¿Que ni siquiera la han programado?

Uf, en un país tan mediocre en lo cinematográfico como es España, no es sorpresa que, abandonadas esas tres obras en la descarga o en el video-club, se conozcan todos los detalles del cine porquería en todas sus secuelas. Quede claro que no se refiere este calificativo a películas de Estados Unidos, país que, a lo largo de 2009, ha dado a luz a películas maravillosas (ya verán la lista).

Siempre es de agradecer que ustedes me recomienden alguna que hayan visto últimamente sea de la época que sea. O que. al menos, me digan cómo de atractivas les resultan las tres pelis expuestas más arriba. Vale: no es que destaquen por su sentido del humor, pero es que este sensualista prefiere ver historias dramáticas: así sale del cine y, si lo tiene, le dice a su acompañante: "¿Verdad que nuestras vidas no están tan mal?"
.

sábado, 1 de mayo de 2010

El amor secreto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ./ A Secret Love

.

... is not so secret anymore!

Miren la nota que he recibido, medio escondida en mi cajón...

No soporto el nombre de Fernando. Es un nombre que, de un tiempo a esta parte, veo y oigo y huelo allá donde voy. Todo el mundo se llama Fernando o va a quedar con Fernando o conoce a algún Fernando.

Tú te acordarás de Fernando. Trabajaba y trabaja de portero en mi bloque, siempre atento, siempre encantador, siempre guapísimo. Siempre con una caída de pelo impecablemente liso. Siempre dando paseos por el portal y nunca sentado. Siempre dueño de una sonrisa arrebatadora. Siempre pendiente de todos los vecinos, y yo, todavía más pendiente de él.

Te acordarás de que, un verano, empezamos una relación procurando que no lo supiera nadie del bloque. Acordamos los dos -¿no te acuerdas?- de que el secretismo era lo más conveniente para no estropear la convivencia de todo el edificio además de convenir en la certeza de que
-aunque los dos tuviésemos cierta afición a las murmuraciones- detestábamos que fuéramos nosotros el objeto de los cotilleos.


Te acordarás de que habíamos empezado entre miradas y admiraciones, no sé si por la sobrecogedora belleza de su cuerpo o por su buen juicio en temas tan variados como la languidez de las películas inglesas o el carácter huraño de la del 3ºC o como, claro está, la solución de problemas relacionados con la infraestructura doméstica. De una cita clandestina a un encuentro secreto nos fuimos viendo cada vez más aparte de hacernos los encontradizos entre las 9 de la mañana y las 7 de la tarde, contando con su descanso al mediodía entre las 2 y las 5.

Tanto empeño puse yo en disimular que, inocentemente, seguía viéndome con amigos míos tanto en lugares públicos de la ciudad como en mi propia casa. Claro está: a veces Fernando me veía llegar a mi piso con alguno de esos amigos. Él, tan discreto, no decía nada, pero la frialdad que, también de forma paulatina, me iba mostrando podía ser indicio de su desaprobación hacia mis amistades. Sus propias visitas se fueron espaciando hasta que se llegó a un punto cero. Su frialdad creció entonces de tal manera que se convirtió en rotunda indiferencia, o quizá rencor, lo que no hizo sino mantener mi interés hacia él.



Te acordarás, pues, de Fernando. Te acordarás de que todavía tiemblo al escuchar ese nombre, de que ahora salgo para trabajar a las nueve menos cuarto en vez de a las nueve y de que, siempre que puedo, hago por volver de mis quehaceres callejeros más allá de las siete de la tarde para no pasar el mal trago de no saber cómo saludarle. Te imaginarás que estoy deseando ver si me dice algo al mediodía, pero también te imaginarás que me puede su desdén y que lo confundo con un supuesto interés suyo por otra persona.

Evito su presencia y busco su encuentro. No quiero verlo y estoy deseando hablar con él. Me retumban sus juicios acertados cada vez que me encuentro a los otros vecinos y recuerdo sus opiniones sobre ellos ("Ten cuidado: los del 4ºA son muy hipócritas", "Hoy va a haber ruido en el 2ºA", "El del 1ºC es un cateto" o "H. -el propietario del 4ºC- es quien vale para eso"). ¡Cómo me siguen gustando las palabras que escogía y la masculina voz que las transmite! Sabrás que ahora o bien me mira durante un segundo o bien ni levanta la vista porque está ensimismado en sus anotaciones o -ah, su arrebatadora sonrisa; ay, su talle altivo; oh, sus más que penetrantes ojos- en la conversación con una vecina nueva a la cual odio y reodio sin límite.


I thought that I was over you / How I was mistaken / (...) / It was more than I can bear / When I saw you / Walking down the road with someone new, / I couldn´t believe it was true. / It was true, yes. / I find it hard to sleep at night. / This jealousy is burning bright. / Visions of somebody else / Torments me to destruction. / I think of him / Making, making love to you. / It´s more than I can bear!

Siempre me planteo si todavía lo saben los demás vecinos. Me planteo cuál fue la verdadera razón de su desplante si que me llegó a amar además de desearme. Te acordarás de que, una vez que me atreví a preguntarle, me contestó que no valía la pena hablar de eso con "¿Para qué?" que todavía me deja la sangre helada.

Siempre me planteo las frases que debo utilizar para que le den ganas de mantener una conversación conmigo, esa conversación que llegue a ser un acercamiento que -no puedo engañarme más- se transforme en una visita a mi piso como cuando entonces, hace más de un año. ¿O ya son tres?

Nadie sabe de esto. Nadie lo debe ser. Me moriría de vergüenza si los demás confirmaran sus sospechas de que estoy loca por el portero del bloque al igual que perdidamente anclada en el pasado, y ansiosa por que él siga mis pasos y me conceda el mismo número de minutos y de horas y de días que antaño.


Siempre me planteo que podría olvidame de una vez. ¿Cambiarme de piso con lo que me ha costado amueblar este y hacerlo mío? ¿Hablar mal del portero a los vecinos? ¿Mirar hacia otro lado cada vez que entro y salgo por el portal? ¿Reconocer que aquello fue un magnetismo más físico que químico sin mayor transcendencia?


Cuando tenga que nombrarte, / voy a hacerlo sin testigos. (...)
Después de haberte perdido, / nunca sabrás si tu olvido / dejó ternura o rencor.
(...)
Lo que siento lo sabemos / solo yo y mi corazón.

¿Y por qué no se va él del bloque? ¿Y por qué no vuelve a mí? ¿Y por qué evita que le cuente qué es de mi vida? ¿Y por qué ya casi nunca me habla de sus costumbres, de sus problemas y alegrías, de sus opiniones sobre los convecinos, de cómo funciona el cuadro de mandos?


Camino despacio pensando volver hacia atrás.

Siempre me planteo el rechazo que me espera sentir cuando llegue ese día en el que ya no pueda más y, un día en que lo vea sentado, me incline hacia su oído para susurrarle:
-Eres el hombre más guapo que conozco.


Patricia.


...y sigo enamorad@ de ti.
.

Eso: pónganse en su lugar y piensen qué harían en su situación.
.