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Parecía que la página política iba a atraer más bien poco, pero me alegro de que no sea así.
El caudillismo bipolar es la herencia más inmediata de los 40 años de inmutable jefatura de estado a cargo del salvador de España, el general Franco. Ahora da la impresión de que algunos se creen tan imprescindibles como se creía el tal caudillo por la g. de Dios. Recordemos que tuvimos a un primer ministro 13 años en el poder, que ya está bien. Y, si no lo remedian los votantes (nosotros, creo), en cierta región vamos a tener al mismo durante 22 años.
Vivimos en un sistema político que tiene mucho de republicano. La monarquía es un decorado que queda más o menos bien pasadas las convulsiones de la transición que daban al rey una función de moderador mucho más protagonista que en los últimos años.
Se elige un primer ministro como si fuera el presidente de una república; de hecho, resuena con fuerza eso de 'Presidente' en los partidarios de uno y de otro. Como si esa disyuntiva estuviera por encima de las distintas políticas de los partidos, coaliciones, alianzas; la cosa se centra tan solo en dos perfiles.
Tenemos al uno, que habla, sonríe, giña, gesticula, pero, que, la inmensa mayoría de las veces no dice nada. ¿Qué más da que no diga nada si se supone que lo importante es el carisma, la simpatía? Ni con el talante se resuelve la subida de los precios.
EL UNO (¿Qué ha dicho?)
Poniéndonos un poquito serios, es preferible una persona gris pero eficaz en su labor y clara en su ideología frente a un sonrisas. Puede que, entonces, la política se vuelva más sosa (y lo lamento), pero viviríamos mejor. No creo que el señor Zapatero haya sido el artífice de lo bueno y lo malo que se ha hecho en los últimos cuatro años (tema de la próxima entrada de este blog).
Tenemos al otro, el que carece de gancho, el que, verdaderamente, habla como un registrador de la propiedad ante sus secretarios. ¿Esa seriedad no da confianza? Pues no. Este hombre se ha enfadado en exceso; ha vapuleado de forma terca las propuestas de los otros; ha intentado vivir de la oposición sistemática. El anti no debería funcionar. Y no creo que se recuerden como positivas las acciones como Ministro de Educación del señor Rajoy.
EL OTRO (No lo sabe)
Elegir a los representantes de más de 40 millones de personas no debería consistir en elegir entre un candidato y otro. Parece como si se presentaran estos dos por todas las provincias. Esto ayuda a que haya 348 diputados aparentemente diluidos en los programas electorales, también desconocidos entre los carteles que presentan a uno u a otro careto.
Es curioso cómo ambos dos levantan los brazos, esa forma tan gra-cio-sa de poner los dedos índice y corazón en forma de uve. Ay, los deditos. Y ¿por qué se ríen tanto en sus mítines? Les va bien, supongo.
El sensualista está recalcitrante: me niego a apoyar a uno solamente porque me cae mejor o a decidirme siempre por el mismo. O a tener que quedarme con uno de estos dos.
Pero hay ganas de ver los debates cara a cara para comprobar cómo les han asesorado esos colaboradores sin los que, afortunadamente, no pueden llevarlo to´ p´a´lante. Perdonen la grafía, pero hay que estar cerca del pueblo, ¿no?
Ay, ahora no se dice el pueblo. ¿Cómo era? Ah, sí: "Los Ciudadanos". Qué bien les queda a los dos.
[En los comentarios también podemos hablar sobre los famosos debates. Esperemos que no se trivialicen a lo Tómbola ni se queden en cifras inescrutables a lo debate económico...]
EL UNO, EL OTRO Y EL DEL MÁS ALLÁ (Spot the difference)