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... is not so secret anymore!
Miren la nota que he recibido, medio escondida en mi cajón...
No soporto el nombre de Fernando. Es un nombre que, de un tiempo a esta parte, veo y oigo y huelo allá donde voy. Todo el mundo se llama Fernando o va a quedar con Fernando o conoce a algún Fernando.
Tú te acordarás de Fernando. Trabajaba y trabaja de portero en mi bloque, siempre atento, siempre encantador, siempre guapísimo. Siempre con una caída de pelo impecablemente liso. Siempre dando paseos por el portal y nunca sentado. Siempre dueño de una sonrisa arrebatadora. Siempre pendiente de todos los vecinos, y yo, todavía más pendiente de él.
Te acordarás de que, un verano, empezamos una relación procurando que no lo supiera nadie del bloque. Acordamos los dos -¿no te acuerdas?- de que el secretismo era lo más conveniente para no estropear la convivencia de todo el edificio además de convenir en la certeza de que
-aunque los dos tuviésemos cierta afición a las murmuraciones- detestábamos que fuéramos nosotros el objeto de los cotilleos.
Te acordarás de que habíamos empezado entre miradas y admiraciones, no sé si por la sobrecogedora belleza de su cuerpo o por su buen juicio en temas tan variados como la languidez de las películas inglesas o el carácter huraño de la del 3ºC o como, claro está, la solución de problemas relacionados con la infraestructura doméstica. De una cita clandestina a un encuentro secreto nos fuimos viendo cada vez más aparte de hacernos los encontradizos entre las 9 de la mañana y las 7 de la tarde, contando con su descanso al mediodía entre las 2 y las 5.
Tanto empeño puse yo en disimular que, inocentemente, seguía viéndome con amigos míos tanto en lugares públicos de la ciudad como en mi propia casa. Claro está: a veces Fernando me veía llegar a mi piso con alguno de esos amigos. Él, tan discreto, no decía nada, pero la frialdad que, también de forma paulatina, me iba mostrando podía ser indicio de su desaprobación hacia mis amistades. Sus propias visitas se fueron espaciando hasta que se llegó a un punto cero. Su frialdad creció entonces de tal manera que se convirtió en rotunda indiferencia, o quizá rencor, lo que no hizo sino mantener mi interés hacia él.
Te acordarás, pues, de Fernando. Te acordarás de que todavía tiemblo al escuchar ese nombre, de que ahora salgo para trabajar a las nueve menos cuarto en vez de a las nueve y de que, siempre que puedo, hago por volver de mis quehaceres callejeros más allá de las siete de la tarde para no pasar el mal trago de no saber cómo saludarle. Te imaginarás que estoy deseando ver si me dice algo al mediodía, pero también te imaginarás que me puede su desdén y que lo confundo con un supuesto interés suyo por otra persona.
Evito su presencia y busco su encuentro. No quiero verlo y estoy deseando hablar con él. Me retumban sus juicios acertados cada vez que me encuentro a los otros vecinos y recuerdo sus opiniones sobre ellos ("Ten cuidado: los del 4ºA son muy hipócritas", "Hoy va a haber ruido en el 2ºA", "El del 1ºC es un cateto" o "H. -el propietario del 4ºC- es quien vale para eso"). ¡Cómo me siguen gustando las palabras que escogía y la masculina voz que las transmite! Sabrás que ahora o bien me mira durante un segundo o bien ni levanta la vista porque está ensimismado en sus anotaciones o -ah, su arrebatadora sonrisa; ay, su talle altivo; oh, sus más que penetrantes ojos- en la conversación con una vecina nueva a la cual odio y reodio sin límite.
I thought that I was over you / How I was mistaken / (...) / It was more than I can bear / When I saw you / Walking down the road with someone new, / I couldn´t believe it was true. / It was true, yes. / I find it hard to sleep at night. / This jealousy is burning bright. / Visions of somebody else / Torments me to destruction. / I think of him / Making, making love to you. / It´s more than I can bear!
Siempre me planteo si todavía lo saben los demás vecinos. Me planteo cuál fue la verdadera razón de su desplante si que me llegó a amar además de desearme. Te acordarás de que, una vez que me atreví a preguntarle, me contestó que no valía la pena hablar de eso con "¿Para qué?" que todavía me deja la sangre helada.
Siempre me planteo las frases que debo utilizar para que le den ganas de mantener una conversación conmigo, esa conversación que llegue a ser un acercamiento que -no puedo engañarme más- se transforme en una visita a mi piso como cuando entonces, hace más de un año. ¿O ya son tres?
Nadie sabe de esto. Nadie lo debe ser. Me moriría de vergüenza si los demás confirmaran sus sospechas de que estoy loca por el portero del bloque al igual que perdidamente anclada en el pasado, y ansiosa por que él siga mis pasos y me conceda el mismo número de minutos y de horas y de días que antaño.
Siempre me planteo que podría olvidame de una vez. ¿Cambiarme de piso con lo que me ha costado amueblar este y hacerlo mío? ¿Hablar mal del portero a los vecinos? ¿Mirar hacia otro lado cada vez que entro y salgo por el portal? ¿Reconocer que aquello fue un magnetismo más físico que químico sin mayor transcendencia?
Cuando tenga que nombrarte, / voy a hacerlo sin testigos. (...)
Después de haberte perdido, / nunca sabrás si tu olvido / dejó ternura o rencor. (...)
Lo que siento lo sabemos / solo yo y mi corazón.
¿Y por qué no se va él del bloque? ¿Y por qué no vuelve a mí? ¿Y por qué evita que le cuente qué es de mi vida? ¿Y por qué ya casi nunca me habla de sus costumbres, de sus problemas y alegrías, de sus opiniones sobre los convecinos, de cómo funciona el cuadro de mandos?
Camino despacio pensando volver hacia atrás.
Siempre me planteo el rechazo que me espera sentir cuando llegue ese día en el que ya no pueda más y, un día en que lo vea sentado, me incline hacia su oído para susurrarle:
-Eres el hombre más guapo que conozco.
Patricia.
...y sigo enamorad@ de ti.
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Eso: pónganse en su lugar y piensen qué harían en su situación.
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12 comentarios:
Queee tiene la "Sarsaaamora" que llora y llora por los rincoooones....
¡Bonito símil! y original,sale de dentro ¿eh?.
El desamor nuevamente.
Yo se mucho de esto.
¿Que he hecho yo ante un estado de desamor permanente y generalizado?
Resumiendo:
Asumir que no soy amable.
Aceptar las circunstacias con humildad.
Volverme hacia mí y quererme mucho.
Desterrar el rencor.
Quedarme con la ternura.
No aferrarme a un recuerdo inútil.
Envejecer.
¡Vaya tela!¡Nos ha "jodío" Mayo! (nunca mejor dicho)
"yasta", "yasta"
"Tos le pegan", "tos le pegan"
"Vene, vene con chu marre"
Besicos.
Tú sabes que yo me llamo Fernando, ¿verdad? El portero de casa de mi madre también se llama Fernando, pero no recuerdo a Patricia.
Como me gustan los inicios de Dépêche Mode.
Querida Marianma: me impactan frases como "asumir que no soy amable", en el sentido de "querible".
En segundo lugar, también no puedo dejar pasar por alto la aceptación de "envejecer" como la idea de perder atractivo.
Pues me temo que es verdad. A Patricia le convendría admitir que no tiene opción. Iba a escribir que "casi" no tiene opcion porque esta chica se aferra a la esperanza aun sabiendo que esta es... vana, como tantas sensaciones.
Pero, ¿qué hace Patricia? ¿Se queda en ese bloque? ¿Se marcha? ¿No le dirige la palabra al portero? Sí es verdad que le vendria muy bien consuelo, cariño, acogida.
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Vale: ya han aparecido los dos primeros Fernandos, como no podia ser de otra forma.
Digamos de paso que a mi es un nombre que me gusta. Patricia lo odia y le encanta.
Fernando Rodríguez fue también un amigo de infancia que me influyó mucho en su tiempo.
Vamos allá, Fernando portero. ¿Que ya no te acuerdas de Patricia? ¡Con lo importante que tú eres para ella! ¡Con lo que mide cada segundo de encuentros contigo! Es que ya ni invita a amigos a casa cuando sabe que la invitación coincide con el horario laboral de su Fernando.
¿No será que la quieres evitar de tal forma que hasta la niegas? ¿O es que, por el contrario, Patricia no tiene opción ninguna?
My secret garden / is not so secret anymore... Qué instrumentación mas chula, ¿verdad?
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Espero que sea bienvenida la palabra de un hombre simple.
¿Se supone que Patricia tiene doce años?
Supongo que sí, porque es lo que mejor explica que, después de tanto tiempo compartido, no pueda hablar abiertamente con él sobre el silencio y el desprecio.
Si la edad es mayor... supongo que no estaría de más que se planteara ir aprendiendo a afrontar las relaciones de un modo adulto antes de enfrascarse en una relación.
Y, por favor, "de que" en cada dos frases... uf, dolor del malo.
Con respecto a la música del post, voto por la primera (Depeche, Depeche) y me saca una sonrisa Family, pero el resto, tengo el hueco perfecto en mi discoteca para guardalos y comienza por "b".
¿Será posible que, con tanto ejemplo como el del post, no se me pete la consulta? ¡Vamos, que me lo quitan de las manos!
Pues coincido con Juan Pablo en su visión de Patricia. Pero también he vivido (siglos ha) algún amorío que por cualquier -absurda- razón ha tenido que permanecer en secreto como un simple juego aventurero y al final ha acabado yéndose de las manos, cuando el secreto acaba contagiando a los protagonistas, que se vuelven tan misteriosos y mediopalabrados entre ello que nunca encuentran el momento para sincerarse y se dedican a pensar por el otro, siempre de manera equivocada.
Qué maravilla los early Depeche, por supuesto, y Matt Bianco ("la mejor canción sobre los celos" según Polo). Family me gusta menos, y a Malevaje poco a poco les pillo el point.
Yo no sé qué haría. Pero tuve un Fernando muy guapo una vez, y pensé demasiado por él.
Y me encanta la entrada contada como confidencia de café.
Querido JPH: me atraen los hombres simples, sin recovecos.
Al menos con respecto a las relaciones, la edad mental de Patricia es de adolescente; sí, puede que de doce años.
He intentado incluir una serie de canciones que me parece que expresan el amor no correspondido (más que el secreto) como quiero.
Parece que la de Depeche Mode tiene el consenso general. ¡Qué gran disco A Broken Frame!
¿Family? Me he pasado el fin de semana oyendo Un soplo en el corazón. Creo que gana con los años, y ya son 7, creo.
Para el final del relato dudé mucho sobre las palabras finales de Patricia: "Eres el hombre más guapo que conozco" o "Que sepas que sigo enamorada de ti". Pero esto último ya lo pone la canción de Family.
Me acuerdo de que García Calvo escribió un artículo sobre expresarte de modo pedante y reconocía que, a veces, hay que utilizar las palabras "de que" juntas y tampoco pasa ná.
Tu consulta debería estar bastante más petada porque hay mucha Patricia por ahí suelta y porque creo que tratas bien a la gente que pasa por ahí. También deambula desatado algún Fernando, que podría enfrentarse a la situación con mejores modales. Claro: ella lo sufre bastante más que él. Ya me han dicho que, a base de chutes de chocolate, se le puede ir pasando. ¿Le damos una receta a esta nena?
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Reaparece Theodoro para alegría de propios y extraños, y mediante confesiones de amores secretos, por los que todos habremos pasado alguna vez. Ah, me acordé mucho de ti escribiendo este relato.
Coincidimos en la inmadurez de Patricia. Vemos también que el secretismo conlleva estas funestas consecuencias incluso cuando se ha acabado la relación. No reparé mucho en esto y estás muy en lo cierto.
Ahora bien, ¿no tiene el amor secreto un contorno de romanticismo que lo acerca a lo prohibido, es decir, al apetecible morbo?
Pues, muchas veces, no.
¡Carambita, qué buena memoria! Te acuerdas de que, en los 80, uno tenía a "More than I Can Bear" como la mejor canción sobre celos. Ahora la veo algo blandita aunque, en ciertas partes, tiene su clímax de tristeza.
Aquí encaja en la historia, pero ¿la mejor canción sobre el mayor monstruo del mundo, los celos -Calderón de la Barca dixit? Por el título, me gustaría que fuera "I´m Sick of You Tasting of Somebody Else", de Marc Almond. No es "Jealousy" de los Pet Shop Boys por demasiado obvia.
Desde hace unos años, la mejor canción sobre celos es "Je suis de trop ici", de Françoise Hardy.
Tengo un guilty pleasure con "Tenía tanto que darte". No me gustan sus guitarrazos a lo Roxette, lo cual ya es denigrar bastante. Pero la forma de cantar se expresa con una falsa alegría que me atrae. Para mí refleja exactamente un momento de la vida.
Ánimo con Malevaje, cuyos dos primeros discos, Tangos y Margot, me quitan er sentío. De hecho, me dejan hecho polvo por sus letras y por su música.
Es que ES una confidencia de café, como un mensaje... secreto que nace de la desesperación. Sobra decir que Patricia no habla mucho con sus vecinos: a ellos no se lo va a contar. Fernando es la estrella.
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Sensualista, con estas historias metafóricas me desconciertas. Pero hay algo que siempre me ha intrigado: el desamor sin llegar a ser conocido, sin la declaración o el fracaso previo. A mí me ha pasado varias veces, no tuve bemoles en su momento... pero si alguna vez le pasó a alguien conmigo... nunca lo sabré.
Y sí, yo creo que Patricia tiene 12 años. Y quizá Fernando sea un perrillo de barrio, jeje.
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Gracias, Bobby, por pasarnos tu punto de vista.
Ya salió este tema en la entrada sobre "Forbidden Colours" (o el amor prohibido). Que tenemos miedo de abrirnos, de open our heart o, simplemente, de decir lo que sentimos.
A veces, si lo hacemos, no queremos que se entere nadie y, a la postre, el resultado es todavía más catastrófico.
Vale: la edad mental de Patricia ronda los doce; la del perrillo Fernando, no lo sé. Lo que sí sé es que este reúne tres requisitos para enamorar a una persona ingenua: es guapo, listo y borde (excepto con los demás vecinos, con quienes es simpatiquísimo).
La verdad, he echado de menos tu opinión sobre los minutos musicales. Pero ahí tienes mi abrazo.
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¿En qué lugar, en el del portero o en el de la 1ª persona (última más bien, que no coge el toro por los cuernos y se pone el mundo por montera)?
Da igual, ella duda si han pasado ya 3 años, para mí ahí está la clave, la culpa es una vez más de la FEA (no, no es la intrusa en mitad del trío), es la feniletilamina, compuesto orgánico del grupo de las anfetaminas, que nos lleva a la “enajenación mental transitoria”, según Ortega y Gasset “imbecilidad transitoria”.
Dicho de otro modo, que las anfetaminas naturales los pusieron a cien y como no hay “enfermedad” que cien años dure (o se cura o te mata), ésta caducó. La locura de la pasión tiende a desvanecerse gradualmente y da paso a la del amor más sosegado, al sentimiento de seguridad, comodidad y apego.
¿Con el portero?, ¿soportando el qué dirán?, ¿a la luz del mediodía?, ¿sin clandestinidad?,… Si las paredes hablaran…se caerían los pilares de la Historia en su propio pozo de mentiras.
Sí, soy yo quien los invitaría a un chute de chocolate en vena, que les quitase el mono.
Gracias por recordarlo.
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¡Carambita! ¡Qué buena pregunta, Mariela! ¿En el lugar de quién? Aquí tenemos fernandos y patricias; alguna vez nos ha tocado ser uno de los dos.
El caso es que esa imbecilidad transitoria parece que es Eterna. ¿Qué nombre recibirá eso? Puede que, cuanto más borde (dentro de un cierto tacto) se ponga Fernando, más colgada va a estar Patricia de él. Ojo: no se trata de funciones masculinas o femeninas: puede ser al contrario.
Además, se nos olvidó mencionar un rasgo más: ese hombre, ese portero sencillo y arrogante, humilde y necesario, viste de una forma que le encanta a la vecina: no pierde detalle de la ropa que lleva peusta y se plantea todos los días si debe hacerle algún comentario sobre la misma.
Quizá algún tipo de chocolate sea la solución. Quizá es que esta Patricia se cree que el amor de pareja y el deseo físico son las sensaciones más importantes -o las únicas- del mundo, de su mundo.
Gracias por inspirar, Mariela.
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