Después de una serie de películas (vistas en salas de cine, claro) de las que se esperaba un mucho y que han decepcionado un bastante -como Katyn, El Imaginario del Dr Parnassus, Buscando a Eric o In the Loop (se admiten discrepancias)-, el sensualista ha visto una que le ha llenado, o sea, que le ha... emocionado.
Se llama El erizo y está dirigida por una tal Mona Achache - y digo una tal porque este sensualista no es, precisamente, ningún erudito en el arte cinematográfico. Es la adaptación de una novela de hace pocos años titulada La elegancia del erizo.
Dejamos de lado los aspectos menos buenos de la peli: algunos personajes aparecen ligeramente desdibujados, uno de los protagonistas se queda en un retrato de una forma algo acartonada y el principio resulta poco convincente.
Para que se hagan una idea...
Lo mejor de todo es la manipulación que hace del espectador, y la atención que reciben personajes que bien se parecen a erizos. Vale: a los Erizos. En la película aparecen, por lo menos, dos: una mujer que empieza cayendo regular y una niñata con toda la pinta y conducta de ser insoportable.
Sírvase como banda sonora de este texto
Muchas veces se les llama raros; otras, excéntricos, y, últimamente y con un gran margen de error, frikis. Aclaremos: un Erizo suele estar solo. Nunca escucha los 40 Principales, ni habla a voces, ni tiene intención de ir a cenas de Navidad, ni le cae bien Shakira, ni utiliza palabras como lindo o bonito, ni lee a Paulo Coelho, ni dice piropos a gente desconocida, ni sale en pandilla, ni ve un partido de fútbol entero (a menos que tenga una fijación extradeportiva con uno de los participantes), ni sale a cenar, ni compra palomitas en los cines, ni se siente patriota, ni va en chándal por la calle, ni quiere hacer un crucero, ni viste a la moda, ni participa en carcajadas de chistes, ni debate sobre el aborto, ni opina sobre la idea de dejar de fumar, ni se plantea estar en una fiesta de soltería, ni pronuncia nombres como Mariano Rajoy o Rodríguez Zapatero, ni levanta mecheros encendidos en los conciertos, ni le gusta la música tropical, ni se pone el jersey sobre los hombros, ni -para acabar- disfrutará nunca con una película romántica.

En otras palabras, le resulta más fácil destacar lo que no le atrae que aquello que le gusta aunque puede ser un amador más que un odiador. Lo que ocurre es que cada Erizo vive de una manera muy distinta.
El Erizo, como es de esperar, no suele ser especialmente bienvenido en los círculos sociales, en los mundillos. Vive muy a su aire y eso produce cierta desconfianza en la mayoría, siempre dispuesta a encontrar caracteres fácilmente acomodaticios. El Erizo escapa de definiciones y, sobre todo, a la de ser buena gente.
Se queda, tal vez, en el calificativo de raro como forma de limitar su personalidad.
Y ahora dice

¿No les encanta esta imagen?
Simplemente díganme si alguna vez les han reprochado que son... raros.
Algún día habrá tantos locos que los poquitos que no lo sean serán acusados de tales. Piensen un momento en este pensamiento filosófico. Y piensen entonces que... ¿no será que los raros son los demás, es decir, la Mayoría?
Para que comprueben si era esto... y el horror del doblaje
¡Ah! En la noche del estreno de esta película en la céntrica sala comercial de una ciudad de más de medio millón de habitantes... solo había 3 ó 4 espectadores...
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