Bi Polar

domingo, 6 de abril de 2008

La desnudez en la calle / Naked in the street



Ver: eso es lo que es difícil. Vemos a veces, raramente. Miramos sin ver. PABLO PICASSO


Ha pasado demasiado tiempo sin entradas, así que toca hablar de un tema atracativo para recuperar el interés después de las elecciones en las que gané una porra con los resultados en el Congreso.

La semana pasada tuve la mejor ocurrencia para no ponerme a trabajar en casa: darme una vuelta hasta el Eme Pe Eme, más conocido como el Museo Picasso de Málaga, a una hora tan solitaria como las tres y media de la tarde.

Era el día que no costaba la entrada, el último domingo de mes. Aparte de la muy visItable exposición de fotografías titulada De lo humano, disfruté viendo una serie de grabados del artista en la que no faltaban los elementos eróticos que el señor Picasso incluía en sus obras sin ningún pudor.

Salí del Museo contemplando con gusto la larga cola (fnar! fnar!) que esperaba penetrar en el bonito Palacio que alberga el Museo. Pero en mi cabeza todavía seguían presentes esos elementos inequívocamente eróticos: falos reposados, vulvas hirsutas y pechos pecaminosos.

No hace falta buscarse la excusa del Museo para tener en la mente esos elementos. Vamos con El Tema: uno va por la calle y ve un conjunto de bellezas salpicadas por la calle en una tarde de domingo. Perdónenme la procacidad, pero ve un cuerpo moviéndose o estático y, como si nada, le dan ganas de mantener relaciones sexuales con esa persona. Sí: han leído ustedes bien.

Se trete de un pensamiento fugaz, no demasiado continuo pero ciertamente real. Son ganas de descubrir cómo será el resto del cuerpo levemente intuido: ¿Tan espléndido con su rostro? ¿Igual de imperturbable que sus labios? ¿O tan expresivo como sus andares?

Si hay ocasión de fijarse un poco más, se vuelve a la razón en forma de frase que más o menos responde a un "Vamos a ver si nos tranquilizamos".

Y, si se llega al escalón superior de entablar una conversación con 'esa persona' (que puede muy bien ser la dependienta de un comercio), ya se asienta la tranquilidad y, con la breve charla, el objeto de deseo se convierte en, pongamos, una grasiosa dependienta que habla con un deje curioso.

Díganme ustedes si uno viene de otro planeta, si esas imaginaciones suponen un aire fresco o, -todo lo contrario- un calentón patológico, si hay que cortar por lo sano o si alguien se puede molestar. Mándenme al sexólogo o díganme si a ustedes también...

6 comentarios:

Bobby dijo...

Yo le diría, señor Sensualista, que es primavera (o casi) y se nota. Como hombre confieso que también tengo esos pensamientos, sentimientos o como queramos llamarlos. Mientras que no hagamos mal a nadie... qué problema hay en tenerlos? La imaginación es la mejor aliada del aburrimiento... dejémosla correr también en esto del sexo y el deseo.

cris dijo...

interesante, muy interesante el articulo,y en cuanto a la cuestion que planteas creo que puedes estar tranquilo, lo preocupante creo que sería lo contrario, es de cir no sentir NADA, sexo, placer, placer, sexo,es lo lógico comienza la primavera y ya se sabe.............,
Si te sirve de consuelo, en esto no teneis la exclusividad los hombres, probablemente esa "dependienta" pensaba lo mismo de ti..........y quizas provocabas esos mismos pensamientos a la muchacha que caminaba tres pasos detras de ti o a tu lado......
lo bueno de todo esto es la sonrisa que provoca en nuestras caras, y esa sensación de bienestar que nos invade y ayuda a sobrellevar el dia a dia que a veces se complica un poco.bs

Juan Pablo Herencia dijo...

Se nos amansa, constantemente, y se nos proponen épocas en las que estar más cercanos a nuestros impulsos, para tratarlos con esa media sonrisa de cris o llegar a
"confesar", como bobby, como si el deseo necesitara confesión a la cristiana.
Somos deseo, carne que huele a tierra y que empeñamos en rebozar de aséptica pintura plástica. Y nos hemos acostumbrado a desear a la dependienta entornando los ojos y no a pensar en subirla al mostrador y arrasar con todo lo que de educados creemos tener.
La exploración del cuerpo de otro u otra no es más que una exploración de nuestras propias reacciones y, si no es por ese egoismo lúbrico y animal, no solo no existiría el arte... no existiríamos.
No es que sea primavera, es que lamería cada ser y penetraría en cada cuerpo, abriendo la carne como un animal. No es que sea primavera, es que la sangre me huele a humano.

cris dijo...

Polo, una reflexión, porque le cuesta tanto trabajo al ser humano escribir, sobre estas sensaciones, sentimientos, placeres, llamemoslo X, es increible....y a la vez sorprendente......
A que pensabas que iba a generar más comentarios que el anterior que era muy bueno pero más serio y aburrido....y lo digo yo....
curioso verdad, saludos a tod@s

coxis dijo...

No tienes nada grave, es sencillamente que te corre la sangre por las venas (afortunadamente) y puede que la primavera acentúe todo ello (indudablemente la primavera altera los cuerpos, al menos al mío sí)... Mientras que no vayas tirándote en plancha sobre la gente... Aunque lo mismo tienes alguna sorpresa de lo más agradable...

Zara dijo...

A mí me ocurre lo mismo y en esos momentos lamento que la civilización haya domado a los animales que en realidad somos, y que tanto nos empeñamos en no ser.